. Esto es un conductor de camiones
que transporta 75 toneladas de nitroglicerina y justo en lo más alto de un
puerto se da cuenta de que no tiene frenos y empieza a bajar cada vez mas
rápido. El camión va derrapando como si fuese una moto, esquivando como
puede a los coches que vienen en dirección contraria. Va trotando todo el
rato, porque el firme de la carretera está lleno de baches, y de vez en
cuando choca ligeramente con el muro que hay al lado de la carretera. El
conductor intenta en vano encontrar algún desvío, y al final el camión se
sale de la carretera por una curva que da a un precipicio profundísimo.
El desgraciado conductor intenta quitarse el cinturón de
seguridad, pero se ha atascado; mientras el camión va cayendo, se las
apaña para cortarlo con una navaja que se le escurre entre los dedos
varias veces, porque los tiene llenos de sudor. Intenta abrir la puerta,
pero en uno de los choques contra el muro se ha deformado y es imposible
moverla, así que coge el extintor y empieza a golpear el parabrisas; como
es de cristal superresistente le cuesta mucho, pero al final consigue romperlo y salta.
Sin embargo, se engancha con los vaqueros en uno de los
hierros; intenta soltarse, pero es imposible, así que se los quita y por
fin sale del camión. A pesar de que no ve nada, porque ha perdido las
gafas, consigue agarrarse a una ramita. En ese momento, el camión explota
con tanta violencia que a su alrededor cae una lluvia de fragmentos
ardiendo y se produce una avalancha encima suyo. El hombre aguanta como
puede los golpes de las piedras en la cabeza, pero la ramita es demasiado
pequeña y se desprende.
El camionero baja rodando por el barranco, golpeándose con
todas las piedras, casi pierde el conocimiento, hasta que consigue
agarrarse a un cardo borriquero y cree estar a salvo; sin embargo, debajo
de esa rama hay una colmena. Nuestro hombre es alérgico al veneno de las
abejas, pero como no puede soltarse porque la caída sería mortal, aguanta
impasible sus picaduras. Transcurre un rato que le parece una eternidad
hasta que oye unos gritos; le dicen que le han visto y que van a llamar a la Guardia Civil.
No hay ningún teléfono cerca, así que tienen que ir hasta el
pueblo mas cercano, a 20 kilómetros de distancia; un atasco impide que la
ayuda llegue pronto, y cuando llega la Guardia Civil se dan cuenta de que
van a necesitar cuerdas para llegar hasta el fondo para rescatarle, y
vuelven a por ellas. El camionero aguanta varias horas bajo el sol
ardiente, que le produce quemaduras de tercer grado, pero al final es
rescatado. Entonces uno de sus salvadores le dice:
- Gracias a Dios se ha salvado.
- No, gracias a Dios no, me he salvado gracias a ese cardo, porque las
intenciones de Dios estaban bien claras. |