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Frases célebres
(Ann Radcliffe)

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Ann Radcliffe

Ann Radcliffe

Ann Radcliffe fue una escritora inglesa que nació el 9 de julio de 1764 en Londres.


Autora de relatos con argumentos misteriosos que contribuyeron a crear la llamada novela gótica.
    Lanzada a la fama con novelas como: Aventuras del bosque (1791), Los misterios de Udolfo (1794) y El italiano (1797).
    Walter Scott se refirió a ella como “la primera poetisa de la prosa romántica” y tuvo admiradores de la talla de lord Byron, Samuel Taylor Coleridge y Christina Rossetti.
    Su obra más famosa fue Los misterios de Udolfo.


Contrajo matrimonio en 1788 con William Radcliffe, editor del English Chronicle.

    Ann Radcliffe falleció en Londres el 7 de febrero de 1823.

Fuente: buscabiografias.com

Frases y citas de Ann Radcliffe (24)

  • Su contemplación le despertó numerosos recuerdos, pero la dulzura melancólica de aquel rostro calmó sus emociones.

  • La extensión y oscuridad de aquellos altos muros despertaron imágenes terroríficas en su mente, y casi esperaba ver a un grupo de bandidos asomando entre los árboles.

  • Mirara hacia donde mirara, ya fuera hacia la tierra durmiente o a las vastas regiones del espacio, la magnificencia del mundo estaba más allá de la mente humana, se advertía la sublimidad de Dios y la majestad de su presencia.

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  • El aire de solemnidad que tan fuertemente había caracterizado el conjunto, incluso en los días de su uso, se veía considerablemente aumentado por los bastiones y los muros demolidos a medias y por las tremendas masas de ruinas, diseminadas a su alrededor, silenciosas y cubiertas de hiedra.

  • Todos sabemos la fascinación que ejerce el vicio del juego y qué difícil es también salirse de él.

  • Toma, aquí lo tienes -contestó el soldado-, te puede servir, aunque no creo que valiera mucho para defender el castillo. Ya te contaré una buena historia de este trabuco.

  • Al acercarse Emily a las playas de Italia comenzó a distinguir la riqueza y la variedad de colores del paisaje: las colinas púrpura, ramas de pinos y cipreses, dando sombra a magníficas mansiones, y ciudades asomando entre viñedos y plantaciones.

  • El carnaval parecía extenderse desde Venecia a lo largo de todas aquellas encantadoras playas, y el río estaba cubierto de naves que se dirigían hacia la ciudad, exhibiendo la diversidad fantástica de las máscaras. Hacia la caída de la tarde vieron con frecuencia grupos de danzantes bajo los árboles.

  • ¡Oh, Emily! ¡Cuánto tiempo he de estar condenado a vivir sin ti, cuánto tiempo pasará antes de que regreses a Francia!

  • Es reanimante y vivificador, como la llegada de la primavera para una persona enferma, su ánimo recibe por alguna razón el espíritu de la estación y sus ojos se iluminan con un brillo transitorio.

  • La idea de ir a Italia se le aparecía aún más oscura cuando consideraba la tumultuosa situación de aquel país, conmovido por revueltas civiles, en las que cada pequeño estado estaba en guerra con sus vecinos y todos los castillos en peligro de ser atacados por invasores.

  • Las cumbres de las montañas, tocadas de un tinte púrpura, se elevaban hacia el cielo creciendo desde su base, donde estaba el valle abierto, marcado sin las líneas formales del arte y las altas ramas de los cipreses y los pinos, a veces asomando por una mansión en ruinas, cuyas columnas rotas surgían entre las ramas de un pino que parecía inclinarse sobre su caída.

  • ¿Por qué he de ocultaros que el juego no es su único vicio? Parece que se ha inclinado por todos los placeres viciosos.

  • Los sufrimientos de los demás, quienes quieran que fueran, despertaban de inmediato su compasión, disipando cualquier oscura nube que hubiera ocultado en su mente la bondad con la pasión o el prejuicio.

  • El mundo ridiculiza las pasiones que rara vez siente; sus escenarios y sus intereses, distraen la mente, depravan el gusto, corrompen el corazón y el amor no puede existir para aquellos que han perdido la fe en la dignidad de la inocencia.

  • ¿Creéis que vuestro corazón está tan endurecido que podréis ver sin emocionaros los sufrimientos a los que me condenaríais?

  • La pasión de venganza, que en parte la había estimulado para la comisión de aquel acto atroz, murió en el mismo momento en que fue satisfecho y la dejó con los horrores de la piedad insuperable y del remordimiento.

  • Una mente bien informada, solía decir, es la mejor seguridad contra el contagio de la locura y del vicio. La mente no ocupada está pendiente de encontrar algo, y preparada para caer en el error, para escapar de lo que la rodea. Hay que llenarla con ideas, enseñándole el placer de pensar. Así las tentaciones del mundo exterior se verán contrarrestadas por el consuelo derivado del mundo interior.

  • Sus lágrimas se vieron detenidas de pronto por el terror. Una voz habló a su lado en el pabellón. Sintió un escalofrío.

  • Los viñedos se extendían a lo largo de las laderas de la montaña, donde las elegantes villas de los nobles toscanos adornaban con frecuencia el paisaje, rodeadas con las plantaciones de olivos, naranjos y limoneros.

  • También me mostró una puerta oculta en un lado de la cámara en la que estaba recluido, que me enseñó cómo abrir y que conducía a un pasadizo, formado en el espesor de los muros, que se extendía a lo largo del castillo y salía por un rincón oscuro a la muralla del lado este.

  • Su vida parecía como el sueño de una imaginación deformada, o como una de esas ficciones atemorizadoras en las que a veces se recrea el genio de los poetas.

  • Me traes extrañas historias, Annette -dijo Emily-; esta misma mañana me has atemorizado con las aprensiones del asesinato; y ahora ¡Tratas de persuadirme de que has visto un fantasma! Esas historias fantasiosas surgen demasiado deprisa.

  • Ni Emily ni Valancourt fueron conscientes de cómo llegaron al castillo, de si habían sido transferidos allí por el encanto de un hada, porque no pudieron recordar nada, y hasta que no entraron en el vestíbulo no tuvieron conciencia de que había otras personas en el mundo además de ellos.

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