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Chateaubriand

François-René de Chateaubriand fue un escritor y político francés que nació el 4 de septiembre de 1768, en Saint-Malo, Bretaña.

   Fue el décimo y último hijo de una muy noble familia Bretona que había caído en desgracia.
   Enrolado en el Ejército francés en 1786, estuvo en París durante los primeros años de la Revolución Francesa.
   Viajó a Estados Unidos en el año 1791 para buscar el Paso del Noroeste. Sin embargo, sólo viajó por la costa este.

Regresó a Francia en 1792 y luchó con la Armée des émigrés. Meses después, herido y enfermo, escapa a Inglaterra (1793). Al volver a Francia (1800) bajo un nombre falso, Napoleón le otorgó un cargo diplomático.
Tras la restauración de los Borbones fue nombrado par de Francia en 1815, embajador en Gran Bretaña en 1822, y ministro de Asuntos Exteriores en 1823-1824.

Fue uno de los precursores del romanticismo. En 1802 publicó “El Genio de La Cristiandad”. Otras obras hacen referencia a sus viajes por América y, sobre todo, destaca su autobiografía, “Memorias de ultratumba” (1848-1850) publicada póstumamente.

François René de Chateaubriand falleció el 4 de julio de 1848, en la capital francesa.

Fuente: buscabiografias.com

Frases y citas de Chateaubriand (66)

El escritor original no es aquel que no imita a nadie, sino aquel a quien nadie puede imitar.
Mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones.
Casi todos los crímenes que castiga la ley se deben al hambre.

El sueño devora la existencia: es lo que tiene de bueno.
El amor se goza en la abnegación y el sacrificio.
Sin gusto, el genio no es más que una sublime locura.
Tengamos fe en la religión y en la libertad, las dos únicas cosas grandes del hombre: la gloria y el poder son deslumbrantes, no grandes.
En general, se llega a los negocios por lo que se tiene de mediocre, y se permanece en ellos por lo que se tiene de superior. Esta unión de elementos antagónicos es la cosa más inusual, y por ello hay tan pocos estadistas.
¿Sabéis por qué no son elocuentes algunos enamorados? Porque su corazón habla muy alto y les impide oír lo que dicen.
El hombre no necesita viajar para engrandecerse; en sí mismo lleva la inmensidad.
Los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen.
Una multitud es como un vasto desierto de hombres.
Las instituciones pasan por tres períodos: el del servicio, el de los privilegios y el del abuso.
El tiempo no se detiene para admirar la gloria; se sirve de ella y sigue adelante.

La igualdad y el despotismo mantienen entre sí secretos lazos.
Si la política no es una religión, no es nada.

La verdadera filosofía es la independencia del espíritu humano.
La bajeza se vale para elevarse en los mismos desaires que recibe.
Nuestras ilusiones no tienen límites; probamos mil veces la amargura del cáliz y, sin embargo, volvemos a arrimar nuestros labios a su borde.
Hay palabras que sólo deberían servir una vez.
El cielo rara vez hace que nazcan juntos el hombre que quiere y el hombre que puede.
La alegría de los hombres es una llama de leños de tristeza. Brota la llama, pero los leños están allí, y cuando se apaga la llama, quedan los leños, o el carbón o la ceniza, que es resto de los leños y no de la llama.
¡Oh religión, que haces a la vez mi desgracia y mi felicidad, que me pierdes y me consuelas!
Si nos salimos de los hechos, en política, nos perdemos sin retorno.
Los hombres insignificantes necesitan grandes tumbas, a los hombres grandes les bastan las pequeñas.

Es bajo el signo de la gloria que las naciones libres han sido llevadas a la esclavitud.
No se debe usar el desprecio sino con gran economía, debido al gran número de necesitados.
La justicia es el pan del pueblo; siempre está hambriento de ella.
La independencia del pensamiento es la más noble aristocracia.
La verdadera felicidad cuesta poco; si es cara, no es de buena clase.
En el punto mismo en que un pensamiento verdadero entra en nuestro espíritu, derrama una luz que nos hace ver un cúmulo de objetos diversos que antes ni siquiera habíamos advertido.
Antes y después de la civilización, cuando se tiene o ya no se tiene el gusto por los goces intelectuales, se busca la representación de objetos sensibles: los pueblos empiezan y terminan con gladiadores y marionetas: los niños y los viejos son pueriles y crueles.
Dios se sirve regularmente del infortunio como de un estribo para levantarnos.

La libertad es tan naturalmente amiga de las ciencias y de las letras que se refugia entre ellas cuando se le destierra de los pueblos.
¡Por tus besos vendería el porvenir!
La verdad política, cualesquiera que sean sus formas, no es más que el orden y la libertad.

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Aprende Más

La amenaza del más fuerte me hace siempre ponerme al lado del más débil.
No hay nada en la vida tan bello, tan grato y tan grande como las cosas misteriosas.
Basta con aguantar en la vida para que los ilegítimos queden legitimados. Se siente una infinita estima por la inmoralidad, porque no ha dejado de serlo y el tiempo la ha condecorado con arrugas.
Para ser un hombre superior en los negocios no se trata de adquirir cualidades, sólo se trata de perder algunas.
Para borrar nuestras faltas a los ojos de los hombres son precisos torrentes de sangre; pero ante Dios una sola lágrima basta.
Quítenle a este mundo el arte de escribir y le quitarán toda su gloria.
El aburrimiento no puede existir donde quiera que haya una reunión de buenos amigos.
La pena de muerte sólo se ha perpetuado por una especie de crimen legal.
La soledad es perniciosa para quien no vive en ella con Dios.
Una sola palabra basta para destruir la dicha de los hombres.
Los hombres serán siempre lo que quieran las mujeres.

Hay dos clases de revolucionarios; los unos desean la revolución y la libertad: son los menos; los otros quieren la revolución y el poder: son la inmensa mayoría.
Las lágrimas son las madres de la virtudes.

La muerte es bonita, es nuestra amiga; pero no la reconocemos porque se nos presenta enmascarada y su máscara nos asusta.
La muerte es más dura asumirla que padecerla.
No creo que el arte de citar esté al alcance de todos esos espíritus pequeños que, no encontrando nada en sí mismos, todo lo tiene que tomar de otros.
Se puede atacar la religión en su culto, en sus bienes, en sus ministros; pero no se puede conseguir que una sociedad subsista sin religión. Un monje ignorante pero henchido de fe puede fundar un imperio; Newton, el incrédulo, pesará los mundos, pero no podrá crear un pueblo.
La ancianidad es como la maternidad, una especie de sacerdocio.
Es que los hombres tienen que hacer ruido al precio que sea; poco importa el peligro de una opinión, si hace célebre a su autor; y preferimos pasar por bribones antes que por necios.
Los pequeños Maquiavelos de estos tiempos se imaginan que todo va a las mil maravillas en una sociedad cuando el pueblo tiene pan y paga los impuestos.
La ausencia de la patria produce la tristeza más dulce del corazón.
Toda revolución que no se cumple en las costumbres y en las ideas fracasa.
El hombre que comprendiese a Dios sería otro Dios.
Una buena acción es una lección insolente para los que no tienen el valor de ejecutarla.
¿Qué es el amor? Es la locura de la amistad.
Yo encontré una especie de satisfacción inesperada en la plenitud de mi tristeza, y me di cuenta, con secreta alegría, de que el dolor no es una afección que se agota, como el placer.
En general, el cristianismo es sobre todo admirable por haber convertido al hombre físico en hombre moral. Todos los grandes principios de Roma y de Grecia, la igualdad, la libertad, se encuentran en nuestra religión, pero aplicados al alma y al genio y considerados bajo sublimes relaciones.
Para llegar a aborrecer a los conquistadores, habría que saber todos los males que causan; habría que ser testigo de la indiferencia con la que se les sacrifican las más inofensivas criaturas en algún rincón del globo en el que ellos jamás han puesto los pies.
La censura ha perdido a todos aquellos a quien quiso servir.
El árbol se desnuda hoja por hoja; si los hombres pensaran todas las mañanas lo que han perdido el día anterior, conocerían a fondo su pobreza.