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Más frases de Eduardo Galeano (129)

• Para los navegantes que aman el viento, la memoria es un buen puerto de partida.

• El tiempo, que fue nuestra partera, será nuestro verdugo. Ayer el tiempo nos dio de mamar y mañana nos comerá.

• En verdad, en ningún lugar del mundo se termina la historia. El día que las personas dejen de hacer historia, se habrá jubilado el ser humano. Y, entonces, le convendría yacer honestamente bajo tierra...

• El futuro es posible imaginarlo y no sólo aceptarlo.

• Yo me duermo a la orilla de una mujer; yo me duermo a la orilla de un abismo.

• “Países en desarrollo” es el nombre que los expertos le dan a aquellos países arrollados por el desarrollo ajeno.

• Culto no es aquel que lee libros. Culto es aquel que es capaz de escuchar al otro.

• Me gusta la gente sentipensante, que no separa la razón del corazón. Que siente y piensa a la vez. Sin divorciar la cabeza del cuerpo, ni la emoción de la razón.

• La cibercomunidad naciente encuentra refugio en la realidad virtual, mientras las ciudades tienden a convertirse en inmensos desiertos llenos de gente, donde cada cual vela por su santo y está cada cual metido en su propia burbuja.

• Para mí, las únicas certezas dignas de fe son las que desayunan dudas cada mañana.

• Nunca hubo tanta concentración de recursos económicos y de conocimientos científicos y tecnológicos dedicados a la producción de muerte.

• Las bacterias y los virus fueron los aliados más eficaces.

• Si la uva está hecha de vino, entonces tal vez son las palabras las que dicen lo que somos.

• La división del trabajo entre las naciones consiste en que algunos se especializan en ganar y otros en perder.

• Queremos crear un mundo nuevo. Nos negamos a elegir entre el infierno y el purgatorio.

• En el reino del aburrimiento, las buenas costumbres prohíben todo lo que la rutina impone.

• Porque cada uno de nosotros tiene algo que decirles a los demás, algo que merece ser celebrado o perdonado por otros.

• Tiene unas horas de edad la Nicaragua recién nacida en los escombros, verdor nuevito entre las ruinas del saqueo y de la guerra; y la cantora luz del primer día de la Creación alegra el aire que huele a quemado.

• En el proyecto de una sociedad de sonámbulos, cada ciudadano debe ser el policía de sí mismo y de los demás.

• Triste signo de los tiempos, el siglo XXI sacraliza la mediocridad en nombre de la eficiencia y sacrifica la libertad en los altares del éxito.

• Todos somos mortales... hasta el primer beso y la segunda copa de vino.

• En algún lugar de alguna selva, alguien comentó: qué raros son los civilizados. Todos tienen relojes pero ninguno tiene tiempo.

• La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

• Creo que hay que pelear contra el miedo, que se debe asumir que la vida es peligrosa y que eso es lo bueno que la vida tiene para que no se convierta en un mortal aburrimiento.

• Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

• El automóvil, el televisor, el vídeo, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para “ganar tiempo” o para “pasar el tiempo”, se apoderan del tiempo.

• La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo y ella no pierde lo que merece ser salvado.

• No hay nada más ordenado que un cementerio.

• La indignación debe ser siempre la respuesta a la indignidad. La realidad no es el destino.

• No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.

• El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos niegan fondos para buscar agua a cien metros, pero nos ofrecen excavar pozos de tres mil metros para buscar petróleo.

• La ley de la realidad es la ley del poder. Para que la realidad no sea irreal, nos dicen los que mandan, la moral de ser inmoral.

• Me reconocería en cada una de sus traducciones y se sentiría traicionado y molesto cada vez que no escribiera algo de la forma en que lo haría. Una parte de mí murió con él, una parte de él vive conmigo.

• Con el dinero ocurre al revés que con las personas: cuanto más libre, peor.

• Mercado. Lugar donde se fija el precio de la gente y otras mercancías.

• La publicidad manda consumir y la economía lo prohíbe.

• Lo importante del amor, es que sea infinito mientras dura.

• Ojalá podamos ser desobedientes cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia, o violan nuestro sentido común.

• Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana.

• El alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías.

• La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.

• Y nada tenía de malo, y nada tenía de raro que se me hubiera roto el corazón de tanto usarlo.

• La primera condición para modificar la realidad consiste en conocerla.

• El gol es el orgasmo de fútbol. Y al igual que los orgasmos, los goles se han convertido en un hecho cada vez menos frecuente en la vida moderna.

• Los desastres son llamados “naturales”, como si la naturaleza fuera el verdugo y no la víctima.

• Cuando alguien muere, cuando su tiempo acaba, ¿mueren también los andares, los deseares y los decires que se han llamado con su nombre en este mundo?

• En la contradicción, se encuentran el todo y la nada, la vida y la muerte, lo cercano y lo lejano, el antes y el después.

• Parece que el miente, porque roba verdad a las palabras.

• El mundo se está convirtiendo en una inmensa base militar, y esa base se está convirtiendo en un hospital mental del tamaño del mundo. Dentro del manicomio, ¿cuáles están locos?

• Quien no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida. Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.

• El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso.

• Como Dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia eternidad.

• Pasamos la noche en vela; bajo techos diferentes, en distintos barrios, escuchando llover la misma lluvia. Y descubrimos que no podíamos dormir separados.

• En la escuela son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación.

• Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.

• El mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar.

• Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos.

• Cuando el Estado se hace dueño de la principal riqueza de un país, corresponde preguntarse quién es el dueño del Estado.

• La desintegraciín religiosa comenzó con la colonización.

• La caza de judíos siempre ha sido un deporte europeo. Ahora los palestinos, quienes nunca habían jugado, están pagando la factura.

• La impunidad exige la desmemoria.

• El más antiguo tratado de educación fue obra de una mujer.

• La luna perdió la primera batalla contra el sol cuando se difundió la noticia de que no era el viento quien embarazaba a las mujeres.

• La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses, mientras que nuestro torpe y desordenado mundo todas las noches se vivirá como si fuera el último y todos los días como si fuera el primero.

• Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios.

• La realidad imita a la tele.

• La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.

• Pobres contra pobres, como de costumbre: la pobreza es una manta demasiado corta, y cada cual tira para su lado.

• Recordar, del latín re-cordis; volver a pasar por el corazón.

• Son los árboles que dan frutos los que sufren las pedradas.