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Frases célebres |
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Gonzalo Torrente Ballester fue un
escritor español que nació el 13 de junio de 1910 en Serantes,
aldea de Ferrol, La Coruña.
En 1926 cursó estudios universitarios en Santiago, continuados en 1927 en Oviedo.
En esta capital publicó sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario ya desaparecido, El Carbayón. En 1929 se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. En 1930 formó parte de la redacción del periódico La Tierra.
En 1932 se casó con Josefina Malvido, y en 1935 se licenció en Ciencias Históricas en la Universidad de Santiago.
Trabajó en la enseñanza, en la crítica, en la producción novelística y en el teatro, representado por el Viaje del joven Tobías (1936), El retorno de Ulises y Lope de Aguirre.
De sus ensayos destacan Panorama de la literatura española contemporánea
(1956), Siete ensayos (1972) y El Quijote como juego.
En 1975 fue miembro de la Real Academia Española.
En 1982 le concedieron el Premio Príncipe de Asturias
y en 1985 el Miguel de Cervantes.
Gonzalo Torrente Ballester falleció el 27 de enero de 1999 en su casa de Salamanca mientras dormía.
Fuente: buscabiografias.com
No puedo desear que ganen los buenos, ya que ignoro quiénes son.
Pero hay muchas maneras de sentir el abandono... y el desprecio. Basta un minuto; a veces, basta una mirada para lastimar un corazón.
Yo no te quiero para ser feliz contigo. Nadie es feliz, y nosotros no lo seremos nunca, ni juntos ni separados. No se trata de eso... Ya que hay que sufrir, mejor es sufrir con alguien y consolarse en compañía. Tampoco se puede ser bueno a solas.
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No hay como morirse a tiempo.
Me he metido en política varias veces, me he confundido varias veces y no quiero confundirme más.
Yo también he sufrido, y entonces me hubiera gustado tener a mano alguien a quien hablar. Es malo tragárselo todo. Es como una comida fuerte. Hace daño.
Para que una mujer guste tiene que haber un mínimo de carne; el gusto entra por los ojos, pero también por los dedos.
Pensó que si alguien le había ayudado tenía que sentirse agradecida y decírselo. Murmuró: gracias.
Hay que verse las caras, y el teléfono no sirve para eso.
No soy un doctrinario del arte. Lo admito todo menos el gato por liebre.
La enseñanza se ha puesto muy complicada, y uno ya no sabía ni qué enseñar, ni cómo enseñar, ni a quién enseñar.
La historia no se hace con documentaciones sino con fantasía al servicio de la política.
No tengo miedo ni a la enfermedad ni a la muerte. Cuando llegue, llegará, y a morirse.
Los recuerdos olvidados hacen daño.
El soberbio carece de conciencia de culpa, porque suele tener razón y no reconoce que haya algo más alto que su razón.
Necesitaba convencerse de que no había actuado con altanería, necesitaba absolverse, perdonarse. Sólo así podría recobrar la seguridad interior, tan difícilmente alcanzada.
Peleaban entre sí, peleaban con..., pelearían con la luna si les llevase la contraria.
Podría concluir que en el fondo de mi alma existe un elemento homosexual enmascarado...
Hay cierta clase de hombres que van a donde quieren; y otros van a donde los llevan las circunstancias.
Lo que parece una decisión, no lo es. O lo es negativamente. O lo es sin elección. Pienso que se elige cuando varias cosas atraen en mayor o menor medida, y se toma una de ellas, renunciando a las demás.
La imaginación y el pensamiento no se encierran ni se encadenan.
Aunque el pasado sea doloroso, aunque hayamos de avergonzarnos de él, nos pertenece tanto como le pertenecemos y tenemos derecho a conocerlo.
Por lo general los refranes suelen consistir en la emisión, paralelística o no, de una mentira vergonzante que aspira a suplantar la verdad.
Estoy acostumbrado a escuchar. No hay otra manera de saber la verdad, porque la gente no la dice nunca.
Hablaba, sí, con las palabras que él había usado durante años enteros de predicación; era como si sus propias palabras rebotasen y le fuesen devueltas.
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Lo único que me queda de estos años pasados es la manía de analizarlo todo.
Uno tiene derecho al secreto de sus pecados.
Nunca he pretendido que me tengas por superior, a condición de que no me tengas por inferior.
Ante las herejías, los nuevos modos aconsejan una conducta que antaño hubiera resultado escandalosa: no darse por enterado.
Para que un libro guste, el lector tiene que creérselo. Conseguir la verosimilitud es un desafío para el autor porque, al margen del argumento, la credibilidad es engendrada por la palabra poética. El cine juega con la imagen viva, un mecanismo de convicción del que carece el novelista que ha de recurrir, y ahí está su arte, a la imagen sugerida.
Tengo algunas ambiciones; lo que me falta es pasión para realizarlas.
Lo que cuentan no son los actos, sino los motivos, no las palabras, sino los sentimientos.
No me dejo llevar por la vida, sino que mi vida la llevo yo.
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Encontrar, al cabo de los años, una obra incompleta es como tropezarse con una persona a la que no se ve hace tiempo. Siempre da sorpresas.
¡Si supieras qué pocas cosas me importan, y de ellas, qué pocas lograré!
La misericordia es debilidad.
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Si se cree en Dios, ya no hay razones para dudar de nada.
Las cosas solo dejan de existir cuando se deja de creer en ellas.
Sancho Panza es un intelectual analfabeto.
El poder más peligroso es el del que manda pero no gobierna.
Un hombre que no es tonto alguna vez, no parece humano.
Soy de una torpeza incalculable.
Si yo hubiese analizado mis relaciones con ella y la realidad de mis sentimientos, habría sido feliz a su lado.
Mi mujer no tiene tetas. ¿Ha visto usted ese armatoste que se gasta?
A secreto agravio, secreta venganza.
Se debe ser muy desgraciado cuando no se tiene fe en nada.
Ni el pasado existe ni el futuro. Todo es presente.
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La conducta humana no revela la verdad porque el hombre es un animal que miente.
Nunca entenderé por qué un hombre quiere mandar sobre otro.
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A veces crees ver una salida, y corres como un loco, para darte, al final, de narices contra el muro. No existe tal salida. No queda más que aguantar y salir adelante, aunque sea volviendo atrás. Y todo porque nadie puede arreglárselas solo.
Un hombre vale en relación directa del número de mujeres con las que se ha acostado, y deja de valer en razón directa de los cuernos que le han puesto.
El cumplido es, ante todo, respeto a uno mismo. Y la falta de cumplido, desprecio a los demás.
No hay nada más aniquilador que un drama excesivamente duradero.
Es horrible eso de tener siempre el juez delante.
Cuando hay dinero de por medio es muy difícil la libertad.
Uno no es más que lo que acerca de uno creen los demás.
Una buena mentira hay que contarla por etapas, como toda narración bien compuesta.
El anarquismo, como solución práctica, no conduce a ninguna parte, y como teoría, tampoco, pero es una cosa simpática.
La peor soledad que hay es el darse cuenta de que la gente es idiota.
A las mujeres no hay quien las entienda. Lo pasábamos tan bien, y de pronto, una mañana, cuando me desperté, no estaba. La esperé todo el día y toda la noche y no volvió.
¡Y que una se esfuerce en ser decente para gustar a un hombre y que el hombre resulte imbécil!
A las mujeres no hay dios que las entienda. Por eso busqué una loca.
Quizá yo entonces necesitase, sin saberlo, que alguien me quisiera.
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