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Más frases de Baltasar Gracián (134)

Respétate a ti mismo si quieres que otros te respeten.
La cortesía es el principal signo de la cultura.
Sobrevalorar algo es una forma de mentir.

Gran habilidad se desarrolla y se revela cada vez más con cada nueva tarea.
Son aplaudidas las necedades de un rico, cuando las sentencias de un pobre no son escuchadas.
El primer paso de la ignorancia es presumir saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben.
Ninguno hay que no pueda ser maestro de otro en algo.
Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los oídos, porque el oír ha de ser el doble que el hablar.
No hay desierto como vivir sin amigos; la amistad multiplica los bienes y reparte los males, es único remedio contra la adversa fortuna y un desahogo del alma.
Quien no tiene enemigos, tampoco suele tener amigos.
Por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona.
Donde acaba el deseo comienza el temor.
Obró mucho el que nada dejó para mañana.
Ciencia sin seso, locura doble.

Métense a querer dar gusto a todos, que es imposible, y vienen a disgustar a todos, que es más fácil.
No expreses tus ideas demasiado claramente. La mayoría de las personas piensan poco de lo que entienden y veneran lo que no.

Nunca contiendas con un hombre que no tiene nada que perder.
El carácter y la inteligencia son los polos sobre los que gira tu talento, mostrando tus dones.
Mejor enojado con el resto del mundo que solo sabio.
Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. La mayoría de las cosas son juzgadas por sus chaquetas.
El hombre nace bárbaro, y solo se eleva por encima de la bestia por cultura.
Estiman algunos los libros por la corpulencia, como si se escribieran para ejercitar antes los brazos que los ingenios.
Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió.
El vulgo no es otra cosa que una sinagoga de ignorantes presumidos, que cuanto más hablan de las cosas menos las entienden.

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Discurren mucho algunos en lo que nada les importa, y nada en lo que mucho les convendría.
La confianza es madre del descuido.
El más poderoso hechizo para ser amado es amar.
No te pongas en el lado malo de un argumento simplemente porque tu oponente se ha puesto en el lado correcto.
Sólo vive el que sabe.
No hay en el mundo señorío como la libertad del corazón.
El excusarse antes de ocasión es culparse.
Actúa siempre como si fueras visto.

La amistad multiplica el bien de la vida y divide el mal.
Un “no” dorado es más satisfactorio que un “sí” seco.
Deje pasar el primer impulso, espere el segundo.

Haz cosas agradables tú mismo, pero cosas desagradables a través de otros.
Dios mismo no castiga con una vara sino con el tiempo.
Vale más pelear con gente de bien que triunfar de gente de mal.
No es tanto la noche para que duerman los ignorantes cuanto para que velen los sabios. Y si el día ejecuta, la noche previene.
Sólo las bestias pueden vivir sin libertad. No así el hombre, cuya condición hace necesaria ésta, a la que podría llamarse aire del alma.
Es mejor consultar las cosas con la almohada a tiempo que perder el sueño por su causa después.
La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto.
Es tan difícil decir la verdad como ocultarla.
Para prevenidos no hay acasos.

Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena.
Hay mucho que saber, y es poco el vivir, y no se vive si no se sabe.

Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen.
Nunca hagas nada cuando estés de mal humor, porque harás todo mal.
Un hombre sabio se aprovecha más de sus enemigos que un tonto de sus amigos.
Califique el intensivo por encima del extenso. Lo perfecto no radica en la cantidad, sino en la calidad.
El sabio hace a la vez lo que hace el tonto.
Mantener es más importante que hacer amigos.
La posesión dificulta el disfrute. Simplemente te da el derecho de guardar cosas para o de otros, y así ganas más enemigos que amigos.
Eso tiene el vivir aprisa, que las tempranas mocedades ocasionan anticipadas vejeces.
De los amigos ofendidos salen los peores enemigos: añaden a su defecto todos los ajenos.
Es la verdad una doncella tan vergonzosa cuanto hermosa, y por esto anda siempre tapada.
Hay hidrópicos de la suerte que no tienen ánimo para vencerse a sí mismos si les está bailando el agua la fortuna.

Es desgracia habitual en los ineptos la de engañarse al elegir profesión, al elegir amigos y al elegir casa.
El no y el sí son breves de decir pero piden pensar mucho.
Saber olvidar, más es dicha que arte.

No es necio el que hace la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir.
La fortuna se cansa de llevar siempre a un mismo hombre sobre las espaldas.
La autorreflexión es la escuela de la sabiduría.
No te comprometas con nadie ni con nada, ya que eso es ser un esclavo, un esclavo de cada hombre. Sobre todo, mantente libre de compromisos y obligaciones: son el dispositivo de otro para meterte en su poder.
El que ha satisfecho su sed le da la espalda al pozo.
El sabio preferiría ver a otros que lo necesitan antes que agradecerle.
El que puede vivir solo se asemeja a la bestia bruta en nada, al sabio en mucho y a Dios en todo.
Los envidiosos mueren no una vez, sino tan a menudo como los envidiados ganan aplausos.

Comparta peso y aflicción, porque la desgracia cae con doble fuerza sobre el que está solo.
Para vivir, dejar vivir.

No hay maestro que no pueda ser discípulo.
Si los hombres no son fieras es porque son más fieros.
Las serpientes son las maestras de toda sagacidad: ellas nos muestran el camino de la prudencia.