Frases célebres |
No hay razón donde hay fuerza.
Mujer a mi gusto quiero: sea su dote mi agrado: que al otro interés se vende no es marido, sino esclavo.
A quien aspira a reinar cada hermano es un estorbo.
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Los castigos de los padres, ejecutados, reservan los de los verdugos, Claudio, con tan grande diferencia, cuanto hay de una mano que honra a una que hiere y afrenta.
Nada me parece justo, en siendo contra mi gusto.
Es parentesco sin sangre una amistad verdadera.
Siempre que odio y amor compiten, es el amor el que vence.
En los extremos del hado no hay hombre tan desdichado que no tenga un envidioso; ni hay hombre tan venturoso que no tenga un envidiado.
Fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos.
Es admitido proverbio que el bueno para enemigo será para amigo bueno.
Ya veo al cristal del desengaño, que soy polvo, nada y viento.
En las venturas de amor, dice el que más calla.
No hay ausencia sin celos.
Artífice cada uno de su suerte, la flor lozana de su pasión convierte.
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Que aprende mal una lección de amores, quien no teme el azote de unos celos.
Tenemos un Cielo tan piadoso, que no envía el daño sin el remedio.
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Yo salí de Granada, y vine a ver, la gran villa de Madrid, esta nueva Babilonia, donde verás confundir en variedades y lenguas el ingenio más sutil.
¡Qué prontamente, qué fácil, en los celos, las mentiras sientan plaza de verdades!
No diga que tiene amor, quien no tiene atrevimiento.
O calla o algo di que mejor que callar sea.
Tanto miedo tengo, que aun para huir valor no tengo.
La intención hace el agravio.
Dichas que se pierden son desdichas más grandes.
Es centro del demonio el pecho del pecador.
Porque en un pasado amor se olvida hasta la memoria.
Cuando son tan extraños los sucesos, la admiración disculpa los excesos.
El que olvidar solicita, no olvida cuando se acuerda de que se acuerda que olvida.
Mas, sea verdad o sueño, obrar bien es lo que importa. Si fuere verdad, por serlo; si no, por ganar amigos para cuando despertemos.
Cosas hay que aunque se digan, no son para que se entiendan.
Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son caudal de pobres soldados.
Signales son del juicio, que todos lo perdemos: Unos por cartas de mas, unos por cartas de menos.
Pues la que más celosa se muestra, más colérica y furiosa, más entonces desea satisfacciones, aunque no las crea.
No hables mal de las mujeres: la más humilde te digo que es digna de estimación porque, al fin, de ellas nacimos.
El valor es hijo de la prudencia, no de la temeridad.
Para templar el daño, consejo muda el prudente.
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Quien no sabe querer, sea mármol no mujer. A la que me quiere, quiero. A la que me olvida, olvido.
Que a quien daña el saber, homicida es de sí mismo.
En este mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.
Y aun no cabe lo que siento en todo lo que no digo.
Estas que fueron pompa y alegría, despertando al albor de la mañana, a la tarde serán lástima vana, durmiendo en brazos de la noche fría.
Aun en sueños no se pierde el hacer bien.
Odiad a vuestros enemigos, como si un día debierais amarlos.
Quejoso de la fortuna yo en este mundo vivía, y cuando entre mí decía: “¿Habrá otra persona alguna de suerte más infortuna?”. Piadoso me has respondido, pues volviendo en mi sentido, hallo que las penas mías para hacerlas tú alegrías las hubieras recogido.
Pues que la vida es tan corta, soñemos, alma, soñemos otra vez; pero ha de ser con atención y consejo de que hemos de despertar dese gusto al mejor tiempo; que llevándolo sabido, será el desengaño menos, que es hacer burla del daño adelantarle el consejo.
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Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte!
Respóndate retórico el silencio: cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla.
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La muerte siempre es temprana y no perdona a ninguno.
La majestad y la grandeza no está en ser uno señor, sino en que por tal le tengan.
Engañando el día de hoy y esperando el de mañana.
¡Oh que aprisa piensa un vehemente deseo que no hay más que lo que piensa!
Dormid, dormid, mortales, que el grande y pequeño iguales son en lo que les dura el sueño.
Pequeño mundo soy, y en esto fundo, que en ser señor de mí, lo soy del mundo.
Nunca crece a ser grande el que sin desdichas crece.
Quien tiene de qué quejarse, ¡qué mal hace si se queja! Porque el delito del llanto quita el mérito a la pena.
Hacer bien es tesoro que se guarda cuando es menester.
No hablaré más que un pariente pobre en la casa de un rico.
¡Qué presto se consolaron, los vivos de quien murió! Y más cuando el tal difunto, mucha hacienda les dejó.
Como los hombres pusieron la ley a su parecer, dejaron a la mujer lo peor.
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