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Más frases de Francisco de Quevedo (112)

• Las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una.

• Más fácilmente se añade lo que falta que se quita lo que sobra.

• Virtud envidiada es dos veces virtud.

• No se debe mostrar la verdad desnuda, sino en camisa.

• En resumen, no solo las cosas no son lo que parecen, ¡ni siquiera son como se llaman!

• No hay rueda de tormento mayor que la presencia y vista de un padre a un hijo en la confusión de algún error grande.

• No hay verdadero amor donde hay alguna sospecha.

• Apocarse es virtud, poder y humildad; dejarse apocar es vileza y delito.

• El general ha de ser considerado, y el soldado obediente.

• Dijo la rana al mosquito desde una tinaja: más quiero morir en el vino que vivir en el agua...

• La guerra es de por vida en los hombres, porque es guerra la vida, y vivir y militar es una misma cosa.

• Soy un fue y un será y un es cansado...

• La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió.

• Creyendo lo peor, casi siempre se acierta.

• Mejor vida es morir que vivir muerto.

• Matarse por no morir es ser igualmente necio y cobarde.

• Excede la elocuencia de un corazón a la de las palabras.

• El amor es la última filosofía de la tierra y del cielo.

• Mal abriga al pobre la costumbre de no tener abrigo.

• El que pasa tiempo arrepintiéndose del pasado pierde el presente y arriesga el futuro.

• El rico come, el pobre se alimenta.

• Cada uno debe abrir los ojos y no fiarse del título de parentesco, ni aún de las mismas prendas de él, sino de las de amor y voluntad muy experimentado, porque no son los parientes más que como se tratan.

• Vive sólo para ti si pudieres, pues sólo para ti si mueres, mueres.

• Es la vida un dolor en que se empieza el de la muerte, que dura mientras dura ella.

• Trajeron caldo en unas escudillas de madera, tan claro, que en comer una dellas peligrara Narciso más que en la fuente.

• Lo mucho se vuelve poco con sólo desear otro poco más.

• Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho.

• Con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y con mis ojos oigo hablar a los muertos.

• Lo que en la juventud se aprende, toda la vida dura.

• Pregunta a mi pasión y a mi ventura y sabrá que es pasión de mi sentido lo que juzga blasón de mi locura.

• El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.

• La paciencia es virtud vencedora, y hace a los reyes poderosos y justos. La impaciencia es vicio del demonio, seminario de los más horribles y artífice de los tiranos.

• El ciego lleva a cuestas al tullido... ande el pie con el ojo remendado.

• El amigo interesado mira a su amor propio; el verdadero, sólo al bien del amigo.

• Pocas veces quien recibe lo que no merece, agradece lo que recibe.

• Bien sé a cuántos contradigo, y reconozco los que se han de armar contra mí; mas no fuera yo español si no buscara peligros, despreciándolos antes para vencerlos después.

• Y desnuda, rotísima doncella, tan linda estás, estás tan rica y bella, que matas más de celos y de amores que vestida a colores: y eres así a la espada parecida: que matas más desnuda que vestida.

• Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra, que me llevare el blanco día.

• El consejo, bueno es; pero creo que es de las medicinas que menos se gastan y se gustan.

• Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan.

• Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.

• Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y de costumbres.

• No hay amor sin temor de ofender o perder lo que se ama, y este temor es enamorado y filial.

• Quien no ama con todos sus cinco sentidos a una mujer hermosa, no estima a la naturaleza su mayor cuidado y su mayor obra.

• A los hombres que están desesperados cásalos, en lugar de darles sogas; morirán poco menos que ahorcados.

• La posesión de la salud es como la de la hacienda, que se goza gastándola, y si no se gasta no se goza.

• No hace la codicia que suceda lo que queremos, ni el temor que no suceda lo que recelamos.

• La misma tristeza inventa por sí misma muchos motivos de sentimiento.

• No quieres inmortalidad porque lo dudas, sino porque la temes.

• No es sabio el que sabe donde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca.

• ¿Quién los jueces con pasión, sin ser ungüento hace humanos, pues untándoles las manos les ablanda el corazón?

Versos dedicados a su gran rival Góngora

• Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un pez espada muy barbado.

• Era un reloj de sol mal encarado, érase una alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba, era Ovidio Nasón más narizado.

• Vuestros coplones, cordobés sonado, sátira de mis prendas y despojos, en diversos legajos y manojos, mis servidores me los han mostrado.

• Que ya toda Castilla con sola esta cartilla se abrasa de poetas babilones, escribiendo sonetos confusiones; y en la Mancha pastores y gañanes, atestadas de ajos las barrigas, hacen ya soledades como migas.

• Éste, en quien hoy los pedos son sirenas, éste es el culo, en Góngora y en culto, que un bujarrón le conociera apenas.

• Yo te untaré mis obras con tocino porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en pullas, cual mozo de camino.

• Érase un naricísimo infinito, muchísima nariz, nariz tan fiera, que en la cara de Anás fuera delito.

• Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin cristus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y en la Corte bufón a lo divino.

• ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega?