Frases célebres |
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos
fue un noble, escritor y
político español que nació el 17 de septiembre de 1580 en Madrid.
Escritor del Siglo de Oro. Considerado como uno de los autores españoles
más destacados de todos los tiempos. Caballero de la Orden de Santiago y Señor
de Torre de Juan Abad.
Quevedo perdió a su padre a la edad de seis años, quedando bajo la tutela
de su tío don Agustín de Villanueva, del Consejo de Aragón.
Cursó estudios en el colegio de la Compañía de Jesús en Madrid y en
la Universidad de Alcalá (Madrid); Cuando abandonó esta primera institución, estudió
teología en la Universidad de Valladolid (1601-1606).
Se inició en el mundo de la literatura con obras satíricas y burlescas como
La vida del Buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños.
Amigo de Félix Lope de Vega y de
Miguel de Cervantes, con los que formaba parte en la Cofradía
de Esclavos del Santísimo Sacramento. Enemistado con el dramaturgo
Juan Ruiz de Alarcón, y sobre todo con Luis de
Góngora.
Francisco de Quevedo falleció el 8 de septiembre de 1645 en Villanueva de los Infantes,
(Ciudad Real).
Fuente: buscabiografias.com
El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen.
Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor.
El amor es fe y no ciencia.
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El exceso es el veneno de la razón.
Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga.
Siempre hay quien ponga malos nombres a la virtud, más siempre son los que no merecen conocerla.
Si haces bien para que te lo agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo.
No hay cosa que más avive el amor que el temor de perder al ser amado.
Los verdaderos grandes son los de ánimo grande.
Matan los médicos y viven de matar, y la queja cae sobre la dolencia.
Los pecados, para aborrecerlos, no es menester más que cometerlos.
Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
No es dichoso aquel a quien la fortuna no puede dar más, sino aquel a quien no puede quitar nada.
La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen.
El ocio es la pérdida del salario.
Bien acierta quien sospecha que siempre yerra.
Vedamos a todo marido que ha sufrido el poder de hacer testamento, porque no es justo que tenga última voluntad en la muerte que no supo tener en vida.
Leer es escuchar a los muertos con nuestros ojos.
Todos anhelamos llegar a viejos y todos hemos negado que ya hemos llegado.
Ruin arquitecto es la soberbia; los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos.
El que escribe para comer, ni come ni escribe.
Siento haber de dejar deshabitado cuerpo que amante espíritu ha ceñido; desierto un corazón siempre encendido, donde todo el amor reinó hospedado.
No quieres inmortalidad porque lo dudas, sino porque la temes.
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El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.
El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos.
El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar.
El amor a la patria siempre daña a la persona.
Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez.
¿Cómo puede morir de repente quién desde que nace ve que va corriendo por la vida y lleva consigo la muerte?
Lo más seguro es no ponerse en peligro.
Seré polvo, mas polvo en el amor.
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No es menos ofensiva arma la caricia en las mujeres, que la espada en los hombres.
Quien deja vivo al ofendido, ha de temer siempre a la venganza.
Estimado lector, que Dios lo proteja de los libros malos, la policía y las mujeres regañonas, con la cara lívida y el cabello rubio.
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No hay gusto más descansado que después de haber cagado.
No vive el que no vive seguro.
Siempre se ha de conservar el temor, más jamás se debe mostrar.
Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.
El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.
No se ganan los hombres con favores sin obras.
Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla.
Pero, cuando comienzan las desgracias en uno, parece que nunca se han de acabar, que andan encadenadas y unas traían a otras.
Entre iguales son los beneficios firmes; entre sabores de fortuna, no está nuestra mortalidad segura.
El árbol de la vida es la comunicación con los amigos; el fruto, el descanso y la confianza en ellos.
Cuando el avaro dice: tengo un tesoro, el preso dice: tenga una cárcel.
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Aquel hombre que pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y la honra.
Ojos, no sé qué espero viendo cómo me tratáis; pues si me veis me matáis, y si yo os miro, me muero.
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Poderoso caballero es Don Dinero.
Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada.
Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad.
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