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Giovanni Papini

Giovanni Papini fue un escritor y poeta italiano nacido el 9 de enero de 1881 en Florencia.

Cursó estudios en la Universidad de su ciudad natal, aunque fue la lectura de los clásicos la base de su obra literaria.
Sus primeros escritos los firmó bajo el seudónimo: “Gian Falco”.

Fue colaborador de innumerables revistas y periódicos. Polemista apasionado, dejó en su autobiografía, Un hombre acabado, una melancolía plasmada en páginas que para muchos representa su obra maestra.

Fundó la revista literaria “Leonardo”, muy reconocida en su época.

Como ensayista, se hizo célebre con sus libros El diablo, Don Quijote del engaño y Gog.

Se convirtió al catolicismo y escribió las biografías de Miguel Ángel, Dante y la célebre Historia de Cristo.

Giovanni Papini falleció el 8 de julio de 1956 en Florencia.

Fuente: buscabiografias.com

Frases y citas de Giovanni Papini (110)

El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.
La inteligencia sin audacia es una llovizna en el desierto.
Sólo podemos ser valientes cuando estamos dispuestos a enfrentar nuestras debilidades.

La belleza está en los ojos de quien la busca.
El tiempo es un regalo que debemos saber aprovechar.
Si es cierto que en cada amigo existe un enemigo potencial. ¿Por qué no puede ser cierto que cada enemigo oculte a un amigo que espera su hora?
Lo que poseo parece ser mío, pero soy poseído siempre por aquello que tengo.
La existencia es esfuerzo, es deseo, es dolor.
El arte más perfecto, la música: late, pasa y desaparece.
La salvación de la moral y de la sociedad no se obtiene con vanos y costosos procesos contra los culpables, sino con interminables procesos contra los inocentes.
La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde.
Yo permanezco en el mundo porque el mundo es aún más terrible que la nada. He aceptado la vida porque la vida es más dolorosa que la muerte... Solamente del dolor nace la verdad, y en el fondo de la desesperación se encuentra el único placer que no produce asco.
Todos nos consolamos pensando que este presente no es más que un prefacio de la bella novela del porvenir.
El martirio de la humanidad es doble: para el macho, la más dura fatiga: el pensar; para la hembra, la más espantosa tortura: el parir.

El infinito no me aterroriza; me disgusta y me ofende. Para sufrir la humillación de mi pequeñez bastaba la tierra.
La metafísica es una enfermedad y su medicina es la filosofía.

La imaginación es el motor que impulsa la creatividad.
Los sueños son las semillas de la realidad.
El miedo es solo una ilusión que nos limita.
Amar es encontrar en la felicidad de otro la propia felicidad de amar.
El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.
Las armas son instrumentos para matar y los Gobiernos permiten que la gente las fabrique y las compre, sabiendo perfectamente que un revólver no puede usarse en modo alguno más que para matar a alguien.
No hay más Dios que el hombre y cada hombre tiene su encarnación.
Sentirse completamente solo en el mundo, abandonado de repente por todos, abatido por el peso de una vergüenza desconocida o de alguna condena silenciosa es algo más pavoroso y misterioso que la muerte.
El amor no es capaz de ver los lados malos de un ser; el odio no es capaz de ver los lados buenos.

Si no es para gozar una vida más bella, mejor es la muerte. ¡Mucho mejor la muerte!
Cuando el género humano es herido por una grave locura colectiva, por el hecho de ser común y universal no es advertida ni recibida como locura.
Una noche, mientras soñaba en un rebaño de ciegos que iban por un prado de hierba alta, la respuesta vino de manera improvisa: “Yo soy uno para quien los demás no existen”. Aquella ceguera y amnesia de los hombres hacia mí era una prueba que de ninguna otra manera hubiera podido superar. Los hombres no me reconocían ya, pero yo me había reencontrado, y ahora podía recomenzar mi vida sin temblar más.
He leído muchos, muchísimos libros, demasiados quizá; y sin embargo puedo asegurar que no he leído nada.
El verdadero genio es un espíritu luchador y enérgico.
La existencia es una lucha constante entre la razón y la locura.
El silencio es el refugio de los sabios.
La amistad verdadera es un tesoro invaluable.

Amar puede consistir en las palabras que hacen sangre, en el reproche, en la represión; lo que importa es la pureza de la intención.
El dinero es el estiércol del diablo.
Todo lo que sé, lo he aprendido de los demás.

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Aprende Más

Para hacer caer a los tiranos la plebe debe convertirse en tirana; en burguesa, para destruir a la burguesía y para vengarse de los propietarios necesita enriquecerse.
Soy un utopista, pero no un loco.
¿Cómo podré conocerme a mí mismo si no sé encontrarme entre esta inmensidad que me oprime y penetra por doquier? ¿Cómo llegaré a ser verdaderamente yo mismo si no sé reconocerme, si no sé cuál es el centro irreductible, el postrer residuo de mi personalidad?
Si los escritores no leyesen, y si los lectores no escribiesen, los asuntos de la literatura marcharían infinitamente mejor.
Sin el espejo del futuro, la realidad sería torpe, mísera, insignificante.
Para mí Dios jamás ha muerto, porque nunca ha vivido en mi alma.
El triunfo de los dictadores es consecuencia de tres fracasos: de la filosofía, de la religión, del capitalismo democrático.
La belleza es una trampa mortal para el alma.
La muerte es solo el inicio de nuestro verdadero viaje.
El pasado no define quiénes somos, es solo una historia que contar.
El destino no está escrito, lo creamos nosotros mismos.

Hay quien tiene el anhelo de amar, pero no la capacidad de amar.
Los hombres se destruyen con el hierro y se compran con el oro.

Mucho más potente que el oro es, en opinión mía, la inteligencia.
Una salud demasiado espléndida es inquietante, pues su vecina, la enfermedad, está presta siempre a abatirla.
Después de los treinta años se ve claramente lo que se vale, por lo que valen los más jóvenes. Hasta los treinta se batalla con los viejos y la empresa es mas cómoda.