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Más frases de Giacomo Leopardi (93)

La belleza es una ilusión que nos condena a la frustración.
¡Oh esperanzas, esperanzas; dulces engaños de mis años primeros! Siempre mis palabras vuelven a vosotras; ni el correr del tiempo, ni el cambiar de afectos y de sentimientos, pueden hacerme olvidados.
Volvió a mi mente el día que la batalla de amor, sentí por primera vez, y dije: ¡ay de mí, si esto es amor, como atormenta!

La felicidad es un sueño, la desgracia es real.
La muerte es el único consuelo verdadero en este mundo.
La vejez es mala porque priva al hombre de todos los placeres dejándole los apetitos.
La razón es enemiga de toda grandeza [...] Las cosas que llamamos grandes suelen salirse de lo ordinario y como tales entrañan cierto desorden: pues bien, la razón condena ese desorden.
Parece un absurdo y, sin embargo es una verdad, que no siendo nada todo lo real, no hay en el mundo nada de real ni de sustancial más que las ilusiones.
Aquel que tiene el coraje de reír es capaz de dirigir a los demás, como aquel que tiene el coraje de morir.
La naturaleza es grande y la razón pequeña.
Habiéndole preguntado a uno sobre lo que más raro le parecía en el mundo, respondió: “Lo que pertenece a todos, es decir, el sentido común”.
Los hombres se avergüenzan no de las injurias que hacen, sino de las que reciben. Así que, para conseguir que los injuriados se avergüencen, no queda otro recurso que devolverles la injuria.
La vida es una sucesión interminable de desilusiones.
La risa capta el respeto y la estimación aun de los que ignoran su causa; provoca la atención de los circunstantes y da cierta superioridad sobre éstos.

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Aprende Más

La juventud es el tiempo de los errores.
La poesía es el único refugio contra la miseria de la condición humana.

Cada uno es tan infeliz como cree.
Es verdad, tal como dice Cicerón, que la virtud es la base de la amistad y no puede existir amistad sin virtud, puesto que la virtud no es más que lo contrario del egoísmo, el principal obstáculo a la amistad.
No existe un desesperado tan pobre e impotente que no sirva para cualquier cosa en el mundo en el que él desesperó.
La risa capta el respeto y la estimación aun de los que ignoran su causa; provoca la atención de los circunstantes y da cierta superioridad sobre éstos.
El odio a nuestros semejantes es mayor con los más allegados.
El aburrimiento es, en cierto modo, el más sublime de los sentimientos humanos.
La belleza es efímera, la fealdad es eterna.
Se me encoge el corazón al pensar cómo todo pasa sin apenas dejar huella.

Con respecto a las mujeres, he perdido ya dos virtudes teologales, la fe y la esperanza. Réstame sólo el amor, es decir, la tercera virtud, de la cual no puedo zafarme, aunque quisiera, a pesar de que nada crea ni espere.
No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices en la miseria.
No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al miedo.
Quizá, el camino más directo para conquistar la fama sea el afirmar con seguridad y pertinencia y, por cuantos modos sea posible, el haberla conquistado.
El amor es el último espejismo de nuestra vida.
La estima es como una flor: una vez pisoteada o ajada, no vuelve a recobrarse nunca.
La astucia, que es parte del ingenio, se usa muchas veces para suplir la escasez de éste.
Es curioso observar que casi todos los hombres que valen mucho son de maneras sencillas; y las maneras sencillas son tomadas siempre por indicio de poco valor.

El género humano [...] no odia nunca tanto al que hace el mal, ni al propio mal, sino a quien lo menciona.
El amor es tan enemigo de la razón como la razón lo es del amor.
El hastío es la más estéril de las pasiones humanas. Así como es hijo de la nulidad, es también padre de la negación, ya que no sólo es estéril por sí mismo, sino que esteriliza del mismo modo a cuanto toca o se le acerca.

Ningún indicio mayor de ser poco filósofo o poco sabio, que pretender vivir siempre sabia y filosóficamente.
El amor es una ilusión sin esperanza.
¡Qué pena que beber agua no sea un pecado! ¡Qué bien sabría entonces!
Para la felicidad son menos nefastos los males que el aburrimiento.
Es en la conveniencia a su fin en lo que consiste la belleza de todas las cosas, y fuera de la cual nada es bello.
El aburrimiento no es más que el deseo puro de la felicidad no satisfecho por el placer, y no ofendido abiertamente por el disgusto.
El abuso y la desobediencia a la ley, no puede ser impedida por ninguna ley.
Las transiciones precipitadas no son sino transiciones aparentes, nunca progresos reales.
El hombre está condenado o a consumir la juventud sin propósito, que es sólo el tiempo para fructificar para la edad que viene, y pensar en el propio estado; o a gastarla en procurarse placeres para esa parte de su vida en la que él ya no será capaz de disfrutar.