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Chistes del Jefe
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. Un buen pensamiento filosófico argentino:
- "Cuando los trabajadores se juntan, juegan al fútbol.
- Cuando los gerentes se juntan, juegan al tenis.
- Cuando los directores se juntan, juegan al golf.
Conclusión:
- Cuanto más cargo tienes, mas pequeñas son tus pelotas" |
. Un jefe ya maduro contrató una secretaria.
Era una mujer joven, ingeniosa, gentil y, sobre todo, muy hermosa.
Un día, mientras tomaba dictado notó que su jefe tenía la bragueta abierta.
Terminó el dictado y se dispuso a salir de la oficina cuando, antes de cerrar la puerta, dijo:
- Por cierto, señor, la puerta de su cuartel esta abierta.
El hombre no entendió el comentario; no obstante, al poco rato se dio
cuenta que el cierre de sus pantalones estaba abajo.
Al hombre le hizo gracia la manera en la que su secretaria se había
referido al pequeño incidente y decidió aprovechar la oportunidad para
coquetear un poco, por lo que la llamó a su oficina:
- Dígame, señorita, cuando vio que la puerta de mi cuartel estaba
abierta, ¿por casualidad no vio también a un soldado en posición de firmes?
- Oh, no, señor! Lo único que vi fue un veterano sin fuerzas echado entre
dos viejas mochilas de campaña. |
. Le dice un empleado a su jefe:
- ¿Puedo irme a casa?
Y el jefe le pregunta que para que, a lo cual contesta el empleado:
- ¡Es que voy a ser padre!
- Pero hombre por Dios que hace aquí ya.
Al cabo de dos horas vuelve el empleado y al verle el jefe le da unas
palmaditas en la espalda y dice:
- Pero hombre ya por aquí, ¿y bueno que a sido, niño o niña?
- No lo sabemos, ¡con suerte hasta dentro de nueve meses! |
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. Algunas veces es un error juzgar
el valor de una actividad simplemente por el tiempo que lleva realizarla.
Un buen ejemplo es el caso del experto que fue llamado a arreglar una
computadora muy grande y extremadamente compleja, una computadora que
valía 12 millones de dólares. Sentado frente a la pantalla, oprimió unas
cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato.
Procedió a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta
y media a un minúsculo tornillo. Entonces encendió de nuevo la computadora
y comprobó que estaba funcionando perfectamente.
El presidente de la compañía se mostró encantado y se ofreció a pagar
la cuenta en el acto.
- ¿Cuánto le debo?
- Son mil dólares, si me hace el favor.
- ¿Mil dólares? ¿Mil dólares por unos minutos de trabajo? ¿Mil dólares
por apretar un simple tornillito? ¡Ya sé que mi computadora cuesta 12
millones de dólares, pero mil dólares es una cantidad disparatada! La
pagaré sólo si me manda una factura perfectamente detallada que lo justifique.
El experto asintió con la cabeza y se fue. A la mañana siguiente, el
presidente recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y
procedió a pagarla en el acto, sin chistar.
La factura decía:
SERVICIOS PRESTADOS
- Apretar un tornillo... 1 dólar.
- Saber qué tornillo apretar... 999 dólares. |
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