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Chistes sobre la religión

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 . Doce candidatos a sacerdotes iban a ser ordenados. La prueba final consistía en formarse en una línea recta, totalmente desnudos, en el jardín, mientras una sexy, hermosa y bien dotada bailarina exótica, totalmente desnuda, realizaría un excitante baile oriental.
   A cada aspirante se le había amarrado una campanilla en el pene y se les advirtió que al que hiciera sonar la campanilla no se le ordenaría sacerdote, ya que eso demostraría que no habían llegado a alcanzar el estado de pureza espiritual que requerían.
   Es así como la bella dama inicia su excitante baile delante del primer candidato. El candidato soportó estoicamente, y no hubo reacción alguna.
   Y lo mismo sucedió con el segundo, y el tercero... y el cuarto. El prior estaba maravillado.
   Cuando la bailarina llegó al último, la campanilla empezó a sonar y a saltar como loca, tanto así que se le salió y cayó al suelo.
   El candidato, todo avergonzado... se agachó a recogerla y... todas las campanillas empezaron a sonar...

 . Un ateo camina por el bosque admirando la belleza del río, los árboles y los animales silvestres. De repente el ateo escucha fuertes pisadas y ve desplazarse arbustos para dar paso a un enorme y feroz oso que se dirige hacia él.
   El ateo comienza a correr tan rápido como puede, impulsado por el flujo repentino de adrenalina en su sistema. Mirando hacia atrás observa que el oso va ganando terreno, pero él continúa corriendo. El oso sigue ganando terreno, cuando el ateo tropieza y cae al suelo.
   El oso alcanza al ateo, lo inmoviliza con una de sus patas traseras y levanta una de sus garras delanteras como para tirarle un zarpazo al hombre, que en ese momento exclama desesperado:

 - "¡Ay, Dios mío!"

   Para sorpresa del ateo en ese instante aparece una deslumbrante luz en el cielo y el tiempo se congela. El bosque y el río enmudecen, mientras el oso parece una estatua de cera. De entre la deslumbrante luz se escucha la voz de Dios que dice al ateo:
 - "Has negado mi existencia toda tu vida. Has enseñado a otros que no existo e incluso atribuyes mi creación a un accidente cósmico.
¿Realmente esperas que te ayude en este predicamento? ¿Acaso puedo contarte ahora como uno de mis creyentes?"
   El ateo comprende lo precario de su situación y trata de contestar honestamente:
 - "Señor, sería hipócrita de mi parte pretender hacerme creyente en éste momento, después de tantos años de negarte. Lo que si puedo pedirte es que hagas al oso un creyente en ti."

Dios ve con agrado la sinceridad del ateo y le dice:

 - "Como pediste, te sea concedido".

   En ese momento la luz desaparece, retornan los sonidos y el tiempo vuelve a correr. El rostro del oso cambia de uno feroz a uno amable y sonriente. Baja la garra que tiene levantada, la junta con su otra garra y elevando su vista al cielo dice:

 - "Padre Santo, te doy gracias por el alimento que estoy a punto de ingerir, amén."

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Vista del mar desde la terraza
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