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Personajes
"Los Sitios" en la
literatura

Zaragoza 1808-1809, segundo centenario de los "sitios"


12. Las minas debilitan la resistencia

El convento de San Francisco se encontraba frente al Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia, en la actual plaza de España, y fue cuartel general de Palafox. Sufrió daños gravísimos durante el primer sitio y fue arrasado durante el segundo, cuando los franceses emplearon una mina de más de mil kilos de explosivos para romper sus muros y entrar en él.

El 27 de Enero por la mañana los franceses lanzaron su primer gran ataque, desde la Puerta Quemada a la del Portillo, y lograron introducirse en la ciudad por la huerta de Santa Engracia y el molino de la ciudad. Una vez expulsados, o aniquilados, volvieron a lanzar otro asalto de parecidas características a la una del mediodía. En todas las puertas de la ciudad se luchó con denuedo hasta la noche, momento en que empezó a arder la Real Audiencia y, con ella, su valioso archivo con todos los privilegios de los Reyes de Aragón. Tras la caída del sol, las tropas napoleónicas habían conseguido apoderarse de algunos puntos estratégicos de la ciudad. Aunque habían sido rechazados en Santa Mónica, lograron adueñarse de algunas casas en la calle Pobostre y, sobre todo, en Santa Engracia, donde la infantería polaca había logrado ocupar el monasterio y algunos edificios cercanos.

El ataque lanzado por más de tres mil hombres había tenido éxito, pero se trataba de un triunfo relativo. Aunque habían logrado romper las barreras defensivas, en muchas calles había barricadas, casas convertidas en fortines inexpugnables, edificios que eran, en realidad, una ratonera. Estaba claro que la conquista les iba a salir cara en pólvora y vidas. El mariscal Lannes, que había tomado el mando de las operaciones, enseguida vio que el empeño de los aragoneses iba a costarle muchas vidas, y ordenó el empleo masivo de minas para ablandar la resistencia.

"Esto es terrible, la victoria da pena"

Son famosas sus palabras:"Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestra nuestro enemigo en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena".



El 29 de Enero Lannes ordenó el asalto al monasterio de Santa Mónica, donde el teniente coronel Pedro Villacampa, al mando de los Voluntarios de Huesca, ejerció titánica resistencia, aunque no pudo evitar que fuera tomado al día siguiente. Desde allí Lannes preparó la acometida hacia el cercano convento de San Agustín, que tomó también, para luego entrar a tambor batiente por las calles de San Agustín y de Palomar, hasta llegar a la plaza de la Magdalena. Los franceses lo pagaron caro. En muy poco tiempo se reunieron más de 8.000 zaragozanos que, a sangre y fuego, lograron expulsarlos de toda la calle.

Pero la suerte parecía echada. Los primeros días de Febrero fueron una sucesión de malas noticias y adversidades para los sitiados. Los franceses tenían claro que, una vez llegaran al Coso y lo controlaran, la suerte de la batalla podía estar echada. El día 6 ocuparon el Hospital de Gracia; el 8, el monasterio de Jesús en el Arrabal; el 10 intentaron el asalto del convento de San Francisco, no sin antes hacer estallar una gran mina de más de una tonelada de peso. Algunas crónicas señalan que la lucha, que duró un par de días, fue tan encarnizada que por las gárgolas del convento acabó derramándose sangre a la calle. El 18 de Febrero cayó por completo el Arrabal y la Universidad.

Aunque en ese momento la situación se estabilizó, a esas alturas ya estaba claro que la batalla se había perdido definitivamente y, salvo que milagrosamente llegaran a última hora refuerzos del exterior, la ciudad acabaría en manos de las tropas napoleónicas. Zaragoza había resistido más allá de lo razonable. Pero tampoco se iba a entregar de cualquier forma. Miles de defensores, mermados por las enfermedades o las heridas, estaban aún dispuestos a pelear hasta la muerte.

Imágenes: Fundacion2008.com
Fuente: Heraldo de Aragón
Que al mismo tiempo está inspirada principalmente en dos libros:
- El diario de un funcionario judicial, Faustino Casamayor
- "Zaragoza 1808 y 1809. Los sitios vistos por un francés", de Jacques Belmas, jefe de un batallón de ingenieros.


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